Washington— Desde la perspectiva de China, los golpes de Estados Unidos siguen llegando. Sanciones y controles de exportación por la represión en Xinjiang. Una advertencia a las empresas internacionales sobre el deterioro del clima en Hong Kong. El rechazo de visas a estudiantes e investigadores sospechosos de tener vínculos con el Ejército Popular de Liberación.
Ahora, Estados Unidos ha reunido a una amplia gama de naciones para acusar al Ministerio de Seguridad del Estado chino no solo de ciberespionaje, sino también de piratería con fines de lucro e intrigas políticas.
El torrente de ataques ha enfurecido a Beijing, pero seis meses después del mandato del presidente Biden, el liderazgo del Partido Comunista aún tiene que encontrar una estrategia efectiva para contrarrestar los movimientos estadounidenses.
En opinión de Beijing, Biden ha adoptado un enfoque más estratégico que su predecesor y ha reclutado aliados para que se unan a su campaña contra el comportamiento chino de formas que parecen haber frustrado a los funcionarios. China ha recurrido a su instinto habitual de medidas de ojo por ojo, mientras ataca con una fuerte dosis de vitriolo y sarcasmo.
Aunque ambos bandos han dicho que quieren evitar una nueva Guerra Fría, se están sumergiendo en un conflicto cada vez más ideológico que muestra pocas señales de calmarse. El resultado ha sido un deterioro de las relaciones que, para sorpresa de muchos en Beijing, ha superado incluso los cuatro tumultuosos años de trato con el presidente Donald J. Trump.
“Estados Unidos ha declarado su regreso, pero el mundo ha cambiado”, dijo Le Yucheng, viceministro de Relaciones Exteriores, haciéndose eco de un eslogan de la administración de Biden. “Estados Unidos necesita ver estos cambios, adaptarse a ellos y reflexionar y corregir sus errores en el pasado”.